UN compás de aves migratorias
mide los ángulos de los ángeles.
Nunca fue el cielo tan exacto
como al cruzar los ánsares.
Desde las dunas de Noruega,
desde Curlandia, desde el Báltico
trenzan y tensan la gran cuerda
de un invisible arco.
Van al encuentro de las dunas
que avanzan hacia la marisma
y trazan al posarse en la arena
los signos rúnicos de un enigma.
¿Escriben sus notas de viaje,
sus visiones sobre las nubes,
las ecuaciones en que Dios
encierra el tiempo que huye?
De “El engaño del zorzal”, Hiperión 1986
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