Dislocación de un ala
La ciudad duerme en ruinas
y tu ángel de la guarda te murmura,
borracha, que ya fue. Que todo fue.
Acaricias sus alas, como a una perra enferma
bajo la madrugada de gas.
Le besas las ojeras y contemplas
sus plumas despeinadas de llorar.
La luz artificial de las farolas
moja sus hombros tenues.
Subís a duras penas la escalera de casa,
os tumbáis en la cama mientras cruzan
sirenas pelirrojas la ciudad
abandonada y triste como una tele vieja.
Tu ángel de la guarda pierde sangre, demasiada,
al sur del omoplato y magulladas tiene
las rodillas. La sacaron a rastras de aquel antro
donde luchó por ti, caliente de gintónics.
—Volverás a volar, hija de puta, me lo debes
y esos matones a sueldo del amor
nos pedirán perdón arrodillados.
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