HOMENAJE A LORENZO GARCÍA VEGA
Bastón a siete geometrías nueve colores chillones
en mano y se tambalea porque
los tiempos actuales y las
constelaciones se tambalean.
Y sin embargo su sombra tanto en las paredes
como en el suelo permanece
todo el tiempo a medida que
avanza de habitación en
habitación erguida: hierática:
¿qué, ajena a los reflejos, la
endereza?
Extenuado se sienta en el primer sillón a mano:
y pasa de la comadrita del
patio a la butaca del cuarto
a la banqueta alta (roja) del
comedor haciendo lo mismo
todo el tiempo, sentarse:
ojos vidriosos respiración
apenas y la cerviz doblada
por el peso de la edad el
calor brutal la necesidad
de no mirar astros ni
acontecimientos: nada
ajeno a su escritura le
incumbe una escritura
que de un año a la fecha
no traslada rimero de
palabras al papel.
Aún más extenuado después de la diaria construcción
in mente de la página página
y media que escribe para
verla irse borrando a medida
que la escribe cual el tatuaje
se borra al morir el cuerpo
sale a caminar por las calles
empedradas de su pueblo
natal pueblo de yaguas
jaboncillos jagüeyes el
caballo de madera de los
infantes y la potra que al
revés de los hechos del
mundo se monta al potro
ebúrneo o por exceso al
unicornio se le ve (lo ven
y lo saludan) (alzan los
sombreros de yarey)
pasar del brazo de la
madre (a la derecha)
la cónyuge (a la
izquierda) no imparte
Lorenzo García Vega
reparte y de la
distribución brotan
patacones platos
humeantes de yuca
con mojo mazos de
tabaco pantalones
de dril con bajos se
dan vuelta donde el
pueblo termina enfilan
de regreso cantando
(tres osamentas
rumberas) cantan
tristuras y finuras de
la época va erguido
Lorenzo astros a la
vista en correspondiente
equilibrio a su propio
equilibrio y en lo que a
los tiempos que en su
momento fueron aquellos
tiempos qué decir a qué
hablar o qué narrar.
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