ARCÁNGEL DE LAS SOMBRAS
Sombras eran sus ojos. Sombras, sombras,
esas manos tan claras de algodones
y su cuerpo eran sombras retornadas
a esa sombra de alquimia de mi rosa.
Sombra, su cabellera enjalbegada
-sombría en la cascada de su nuca-,
y más sombra, el alfanje que cerniera
entre la sombra exacta de mis labios.
Sombra fueran las alas que batiéndose
me asombraban la sangre y la memoria.
ÁNGEL DEL PARAÍSO DE LA CARNE
De perfil en la noche lo veía
como arcángel en llamas, señalándome,
y una rosa ya ardida de lujuria
era mi donación, mi ofrenda abierta
que pedía el alfanje en sus adentros.
De luz, todo su rostro en arrebol,
y de tormento y agua su cintura.
El umbral de mis pechos anegándose
y una palabra sola
ordenando ese fiat de la carne.
Tal llamarada, el tiempo -un lecho blanco-.
De cal enfebrecida eran las sábanas
que cubrieran la rosa más negra del origen.
Del libro Ángel oblicuo (2006)
Maravillosos poemas, Dolors.
ResponderEliminarEste blog es una joya.
Me encanta
Un abrazo
Ana