viernes, 4 de febrero de 2011

Dos intensos y apasionados poemas de Dolors Alberola: la voz del ángel que, quemando, sana, guiados por un dibujo transparente de Chencho Zocar.

ARCÁNGEL DE LAS SOMBRAS


Sombras eran sus ojos. Sombras, sombras,
esas manos tan claras de algodones
y su cuerpo eran sombras retornadas
a esa sombra de alquimia de mi rosa.
Sombra, su cabellera enjalbegada
-sombría en la cascada de su nuca-,
y más sombra, el alfanje que cerniera
entre la sombra exacta de mis labios.
Sombra fueran las alas que batiéndose
me asombraban la sangre y la memoria.







ÁNGEL DEL PARAÍSO DE LA CARNE

De perfil en la noche lo veía
como arcángel en llamas, señalándome,
y una rosa ya ardida de lujuria
era mi donación, mi ofrenda abierta
que pedía el alfanje en sus adentros.

De luz, todo su rostro en arrebol,
y de tormento y agua su cintura.
El umbral de mis pechos anegándose
y una palabra sola
ordenando ese fiat de la carne.

Tal llamarada, el tiempo -un lecho blanco-.

De cal enfebrecida eran las sábanas
que cubrieran la rosa más negra del origen.

                                  Del libro Ángel oblicuo (2006)

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