viernes, 25 de febrero de 2011

Una plaga de amor para los seres. Ángeles, ángeles mínimos, pacientes, necesarios. ¡Quién tuviera los ojos de Francisco Gómez-Porro para ver tanto y tan claro en medio de la prisa!



LA INVISIBLE COMPAÑÍA

La mariquita de la flor del haba
que ve José en el valle del Membrillo,
tiene mi olor de hoy.
El escarabajo de la patata
que espera en su cárcel de tierra
para devorar el fruto en la vega de Pablo,
habla con mi lengua de mañana.
La cochinilla rugosa que se desliza como un
     salivazo
sobre las yemas de una mimbrera,
lleva de mi cuerpo una piadosa instilación
de amor y desengaño.

El barrenillo que perfora el tronco de la palmera
del patio de Alfonso, pisa con mis pies
y mira con mis ojos lo que yo no pude ver 
cuando era más viejo que sus hojas.
Y la mosquita que ataca las fresas
donde yace la Fermina.
Y los hongos que chupan la savia del perito
donde Conce cuelga el fruto en sazón de su
     soledad.
Y el piojo del único naranjo que hay en el pueblo
bajo el que oigo llorar y reir, reir y llorar,
como si en su tronco otro pueblo
hubiera echado raíces.

Y lo que sentí cuando la araña roja
atacó el envés de mi boca
impidiéndome nombrar lo que veía.  
Y todo esto, fresco, indestructible,
que es una plaga de amor sobre los seres:
todo, todo va conmigo,
devorándome para un nuevo comienzo.

Ácaros que devoran las raíces del recuerdo,
insectos que descomponen la luz de la memoria
y la ensalivan para hacerla su alimento,
lombrices que se sustentan de las migajas
de nuestra ternura,
yo no me acabo en el suelo humillado por el óxido
del país al que regreso.
Ni el asfalto ni las piedras impiden
que mi ser se prolongue
más alla de la planta de mis pies.
Soy la cosecha del escarabajo
y el alimento más fresco de la oruga,
el único legado perdurable,
la invisible compañía que fabrica la harina de la
     vida
con que alimentamos nuestros versos.

                          Francisco Gómez-Porro
                          Villarrubia de los Ojos, marzo de 2009
                               Dibujo: Federico Gallego Ripoll

1 comentario:

  1. Un bello poema que se aparta de la tradición campestre española y se aproxima a la sutileza con la que otros poetas europeos (Jacottet, Berger) escuchan el sonido de la naturaleza y participan de su totalidad, como hiciera el más universal de todos (Juan Ramón Jiménez).

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