martes, 4 de enero de 2011

La serena hermosura de la poesía de José Antonio Sáez nos convida a inaugurar el año como habitantes de su Nueva Arcadia. Celebrémoslo.























LA VENERADA MADRE TERESA DE JESÚS INVOCA AL ÁNGEL DE SU TRANSVERBERACIÓN.
 
Ven, oh ángel de luz, doncel traslúcido,
áureo adolescente de alas erguidas y briosas,
hermoso efebo esbelto de plateados rizos
y plantada estatura columnal: ven, te acojo
sumida en deleitoso desmayo
de muerte que da vida.
 
¡Ay, arcángel vigoroso, que encendido
de aquel amor tan alto,
entregas mis sentidos a la más dulce
agonía, y al sublime tormento
en el que ardo;
pues apenas ellos si contienen
intensidad tamaña en su arrebato!
 
Arquero cegador, nuncio que medias
con tu embajada de amor ante el Esposo,
canoro abanderado que así, toda encendida,
con tu dardo de fuego,
que interiores de mi carne abrasa,
prolongas mi agonía y el aliento
robas, que escapa de mí mientras expiro.
 
Ígneo amador de heridas suavidades,
doncel que con tan crueles sacudidas,
desgarrado el corazón, si volcánico late,
aún anhelar puede abrazo más intenso.
 
Extíngueme. Arrásame del todo. No prolongues
esta brasa de amor por que perezca.
Y, embebida, en tus brazos de fuego,
elévame contigo hacia su encuentro.


                    
(De Árbol de iluminados, 1991)
 

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