(Un poema de José Ramón Ripoll, que sigue hilando música.)
ÉPICA
CUANDO tocan las aguas los arcángeles
la vida se desboca y una sonrisa inunda
el arbitrario gesto de los atardeceres.
Los amantes no aprietan ya sus labios,
los niños no se rozan la piel con la esmeralda.
Sólo inquietud existe: un ejemplo de muerte,
un estado de sitio en nuestro tiempo
y la luz encendida. Los viajeros
arcángeles juegan a ser la música
desde un silencio boreal. Casi un sepulcro
es ya la vida en su blanca liturgia.
Lejano el mar confunde su destino
con la faz de su nombre, con su escrito
perpetuo. El ausente retorna su mirada
hacia el principio de su verbo. La música
renace sin sonar. Son los arcángeles
que alzan sus alas al crepúsculo. Es la palabra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario